El tiempo es enemigo de la vida. Lo consume todo y opera de modo exhaustivo. Hace de la esperanza cinismo, de la piel una tela de araña. Incluso del enervante rencor, un apaciguado recelo. Yo te maté y, ya ves, está más viva y fortalecida que un guía espiritual. Ni el trabajo minucioso del olvido, su laboriosidad de carcoma, arruinó tu manera de posar para las cámaras. El tiempo y el olvido transcurrieron. Se llevaron la pena, cicatrizaron la laboriosa herida. Dejaron sin alma el arma. Hasta la distancia ya no es años luz, sino a metros. Ya no lo que pasó sino lo que, quién sabe, esté por pasar. Y pase, sin darle otro tiempo al tiempo.
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